viernes, 25 de junio de 2010

Entrevista capotiana a Mauricio Wiesenthal



En 1972, el escritor estadounidense Truman Capote (1924-1984) publicó un original texto que venía a ser la autobiografía que nunca escribió. Lo tituló «Autorretrato» (en Los perros ladran, Anagrama 1999), y en él el autor de A sangre fría se entrevistaba a sí mismo con especial astucia y brillantez. Aquellas preguntas que sirvieron para proclamar sus frustraciones, deseos y costumbres, ahora, extraídas en su mayor parte, forman la siguiente «entrevista capotiana», con la que conoceremos la otra cara, la de la vida, de Mauricio Wiesenthal.
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Si tuviera que vivir en un solo lugar, sin poder salir jamás de él, ¿cuál elegiría?
He vivido siempre viajando. Elegiría un camino, en la frontera entre dos países. Me aburren los nacionalismos. Así podría asomarme siempre al extranjero.
¿Prefiere los animales a la gente?
No me gustan los animales amaestrados que parecen gente. La doma es como una educación burguesa que pervierte los instintos valientes y nobles. Pero tampoco me gustan las gentes cuando parecen animales.
¿Es usted cruel?
Con los demás no, de ninguna manera. Conmigo soy perseverante… una forma continuada de severidad
¿Tiene muchos amigos?
Más amigas.
¿Qué cualidades busca en sus amigos?
De niño me gustaba compartir con ellos el Lego; ahora incluso comparto el Ego.
¿Suelen decepcionarle sus amigos?
No los frecuento tanto. Y las amigas… no me frecuentan bastante.
¿Es usted una persona sincera?
En mis sentimientos e ideas soy absolutamente sincero. Cuando escribo soy más sutil, porque busco en cada verdad su belleza. No me resulta fácil. Por eso considero ridículos a los que intentan deconstruir el arte quitándole la belleza para buscar una verdad sin piedad.
¿Cómo prefiere ocupar su tiempo libre?
Me angustia una sala de cine, me aburre la televisión, no soporto los juegos de familia (creo que son un sucedáneo del incesto), prefiero una noche en casa más que una noche fuera y nunca se me ocurrió meter un barco en una botella… Me siento muy libre cuando escribo, cuando toco la flauta o puedo perderme en una buena música; también cuando medito, estudio y leo. Hago también cada día una dieta de soledad: me sienta mejor que los cereales.
¿Qué le da más miedo?
Morir sin poder sentir el momento. Ya cuando era niño me gustaba apretar en el ascensor el botón de “subir”.
¿Qué le escandaliza, si es que hay algo que le escandalice?
Me escandaliza todo lo que no tiene sentimiento, generosidad, arrojo y poesía, aún cuando parezca útil, rentable y práctico. Y, dentro de lo útil, me horroriza sobre todo lo colosal.
Si no hubiera decidido ser escritor, llevar una vida creativa, ¿qué habría hecho?
Tendría que haberme sometido a otro tipo de terapia: un psicoanálisis, por ejemplo.
¿Practica algún tipo de ejercicio físico?
Me gustaba mucho pasear por el campo. Pero ahora los paseos están llenos de campos de golf.
¿Sabe cocinar?
No con muchas estrellas. Pero, en mi casa, los amigos no tienen que levantarse de la mesa y tirar la bandeja…
Si el Reader’s Digest le encargara escribir uno de esos artículos sobre «un personaje inolvidable», ¿a quién elegiría?
Mis personajes inolvidables están olvidados. No interesan en las revistas.
¿Cuál es, en cualquier idioma, la palabra más llena de esperanza?
Amor.
¿Y la más peligrosa?
Querer, sobre todo cuando la confunden con amar. Amar es un deseo de entregarse, propio del espíritu y de la eternidad. Querer es sólo una voluntad de poseer, típica del fin de semana.
¿Alguna vez ha querido matar a alguien?
No es mi estilo.
¿Cuáles son sus tendencias políticas?
A muchos que están arriba los pondría debajo… Pero quizás esta es ya una opción sexual…
Si pudiera ser otra cosa, ¿qué le gustaría ser?
Todo, menos mi heredero…
¿Cuáles son sus vicios principales?
Cosas… de buen gusto.
¿Y sus virtudes?
Sé resistir. Y eso tiene sus ventajas, porque me permite mantenerme mucho tiempo en la tentación.
Imagine que se está ahogando. ¿Qué imágenes, dentro del esquema clásico, le pasarían por la cabeza?
El salón iluminado del barco, la música y mi último baile con ella. Hay una agonía en la pasión del baile y un erotismo en la muerte…
T. M.