En
1972, el escritor estadounidense Truman Capote (1924-1984) publicó un original
texto que venía a ser la autobiografía que nunca escribió. Lo tituló
«Autorretrato» (en Los
perros ladran, Anagrama 1999), y en él el autor de A sangre fría
se entrevistaba a sí mismo con especial astucia y brillantez. Aquellas
preguntas que sirvieron para proclamar sus frustraciones, deseos y costumbres,
ahora, extraídas en su mayor parte, forman la siguiente «entrevista capotiana», con la que conoceremos la otra cara, la de la vida,
de José Manuel Camacho.
Si tuviera que vivir en un solo lugar, sin poder
salir jamás de él, ¿cuál elegiría?
El Hogar.
¿Prefiere los animales a la gente?
Ésa es una
invitación a la misantropía que, a estas horas y ya en pijama, me va a permitir
declinar.
¿Es usted cruel?
No, por
falta de convicción.
¿Tiene muchos amigos?
Pues no (qué
vergüenza).
¿Qué cualidades busca en sus amigos?
La risa,
sobre todo la risa. Pero no una cualquiera; soy extremadamente exigente en
cuanto a la risa.
¿Suelen decepcionarle sus amigos?
Cada vez
menos.
¿Es usted una persona sincera?
En la
mayoría de ocasiones, por pereza. Pero no siempre, no vaya usted a pensar que
soy un descarriado.
¿Cómo prefiere ocupar su tiempo libre?
Voy a
responder con unas palabras de Agustín de Hipona: “Si no me lo preguntan, lo
sé; pero si me lo preguntan, no sé explicarlo”.
¿Qué le da más miedo?
Mis rincones
oscuros.
¿Qué le escandaliza, si es que hay algo que le
escandalice?
Lo mismo que
a cualquier hijo de vecino. Y, por cierto, escandalizar está sobrevalorado.
Si no hubiera decidido ser escritor, llevar una
vida creativa, ¿qué habría hecho?
¿Decidir ser
escritor? ¡Pero qué dice, yo nunca hice tal cosa!
¿Practica algún tipo de ejercicio físico?
Debería.
¿Sabe cocinar?
No me queda
más remedio. Eso sí, he caído en la cuenta de que, en la mayoría de los casos,
para hacer algo más elaborado necesitamos una excusa, cocinar para otros. Esto
es como el veto ancestral de la masturbación. Hay que cocinarse mejor. Qué
analogía tan tonta.
Si el Reader’s Digest le encargara escribir uno de esos artículos sobre «un personaje inolvidable», ¿a quién elegiría?
Si el Reader’s Digest le encargara escribir uno de esos artículos sobre «un personaje inolvidable», ¿a quién elegiría?
Algún santo
de los de la vieja escuela. Por regla general, son mucho más interesantes que
los asesinos.
¿Cuál es, en cualquier idioma, la palabra más llena
de esperanza?
Sí.
¿Y la más peligrosa?
¿Y la más peligrosa?
Sí.
¿Alguna vez ha querido matar a alguien?
Sí, pero me
bastó con la fantasía. Fue un crimen “platónico”, si se me permite la
vulgaridad.
¿Cuáles son sus tendencias políticas?
¿Cuáles son sus tendencias políticas?
Decididamente
pragmáticas. La política es un instrumento que se empeñan en cargar de ideales.
Si pudiera ser otra cosa, ¿qué le gustaría ser?
Si pudiera ser otra cosa, ¿qué le gustaría ser?
Bosque.
¿Cuáles son sus vicios principales?
Mis
obsesiones.
¿Y sus virtudes?
Mis
obsesiones.
Imagine que se está ahogando. ¿Qué imágenes, dentro
del esquema clásico, le pasarían por la cabeza?
Mi rostro.
T. M.