miércoles, 30 de enero de 2013

Entrevista capotiana a José Manuel Camacho


En 1972, el escritor estadounidense Truman Capote (1924-1984) publicó un original texto que venía a ser la autobiografía que nunca escribió. Lo tituló «Autorretrato» (en Los perros ladran, Anagrama 1999), y en él el autor de A sangre fría se entrevistaba a sí mismo con especial astucia y brillantez. Aquellas preguntas que sirvieron para proclamar sus frustraciones, deseos y costumbres, ahora, extraídas en su mayor parte, forman la siguiente «entrevista capotiana», con la que conoceremos la otra cara, la de la vida, de José Manuel Camacho.

Si tuviera que vivir en un solo lugar, sin poder salir jamás de él, ¿cuál elegiría?
El Hogar.
¿Prefiere los animales a la gente?
Ésa es una invitación a la misantropía que, a estas horas y ya en pijama, me va a permitir declinar.
¿Es usted cruel?
No, por falta de convicción.
¿Tiene muchos amigos?
Pues no (qué vergüenza).
¿Qué cualidades busca en sus amigos?
La risa, sobre todo la risa. Pero no una cualquiera; soy extremadamente exigente en cuanto a la risa.
¿Suelen decepcionarle sus amigos?
Cada vez menos.
¿Es usted una persona sincera?
En la mayoría de ocasiones, por pereza. Pero no siempre, no vaya usted a pensar que soy un descarriado.
¿Cómo prefiere ocupar su tiempo libre?
Voy a responder con unas palabras de Agustín de Hipona: “Si no me lo preguntan, lo sé; pero si me lo preguntan, no sé explicarlo”.
¿Qué le da más miedo?
Mis rincones oscuros.
¿Qué le escandaliza, si es que hay algo que le escandalice?
Lo mismo que a cualquier hijo de vecino. Y, por cierto, escandalizar está sobrevalorado.
Si no hubiera decidido ser escritor, llevar una vida creativa, ¿qué habría hecho?
¿Decidir ser escritor? ¡Pero qué dice, yo nunca hice tal cosa!
¿Practica algún tipo de ejercicio físico?
Debería.
¿Sabe cocinar?
No me queda más remedio. Eso sí, he caído en la cuenta de que, en la mayoría de los casos, para hacer algo más elaborado necesitamos una excusa, cocinar para otros. Esto es como el veto ancestral de la masturbación. Hay que cocinarse mejor. Qué analogía tan tonta.
Si el
Reader’s Digest le encargara escribir uno de esos artículos sobre «un personaje inolvidable», ¿a quién elegiría?
Algún santo de los de la vieja escuela. Por regla general, son mucho más interesantes que los asesinos.
¿Cuál es, en cualquier idioma, la palabra más llena de esperanza?
Sí.
¿Y la más peligrosa?
Sí.
¿Alguna vez ha querido matar a alguien?
Sí, pero me bastó con la fantasía. Fue un crimen “platónico”, si se me permite la vulgaridad.
¿Cuáles son sus tendencias políticas?
Decididamente pragmáticas. La política es un instrumento que se empeñan en cargar de ideales.
Si pudiera ser otra cosa, ¿qué le gustaría ser?
Bosque.
¿Cuáles son sus vicios principales?
Mis obsesiones.
¿Y sus virtudes?
Mis obsesiones.
Imagine que se está ahogando. ¿Qué imágenes, dentro del esquema clásico, le pasarían por la cabeza?
Mi rostro.
T. M.