martes, 14 de mayo de 2013

Entrevista capotiana a Xavier Franquesa


En 1972, Truman Capote publicó un original texto que venía a ser la autobiografía que nunca escribió. Lo tituló «Autorretrato» (en Los perros ladran, Anagrama, 1999), y en él se entrevistaba a sí mismo con especial astucia y brillantez. Aquellas preguntas que sirvieron para proclamar sus frustraciones, deseos y costumbres, ahora, extraídas en su mayor parte, forman la siguiente «entrevista capotiana», con la que conoceremos la otra cara, la de la vida, de Xavier Franquesa.

Si tuviera que vivir en un solo lugar, sin poder salir jamás de él, ¿cuál elegiría?
La duda; me acojo a tu amplitud de miras y para alejarme de la cárcel preferiría un lugar mental; aunque procurando fuera lo más metódica posible.
¿Prefiere los animales a la gente?
Sí, prefiero la gente; siempre que no vuele, ladre o arañe.
¿Es usted cruel?
No soy lo suficientemente inteligente.
¿Tiene muchos amigos?
Algunos, no es cuestión de cantidad.
¿Qué cualidades busca en sus amigos?
Que sean de fiar, pero sin que se note, lo cual requiere, por su parte, una no pequeña dosis de paciencia y carácter.
¿Suelen decepcionarle sus amigos?
No, o quizá es que los niveles de decepción son casi siempre comprensibles y asumibles.
¿Es usted una persona sincera?
Entiendo que sí, pero sólo a nivel inconsciente. 
¿Cómo prefiere ocupar su tiempo libre?
Es curioso; yo diría que se ocupa solo, que es él quien se reparte entre familia, amistades, lectura, música, arte… Y ver, mirar cuando pasa junto a mí, a mi lado. Como me dedico a la enseñanza del dibujo sé que mover el lápiz requiere perder tiempo.
¿Qué le da más miedo?
Que Proust no estaba en lo cierto y el tiempo perdido nunca se recobra.
¿Qué le escandaliza, si es que hay algo que le escandalice?
Comprobar que la envidia no es patrimonio de la mediocridad.
Si no hubiera decidido ser escritor, llevar una vida creativa, ¿qué habría hecho?
Soy pintor. Dibujo también; quizá para asegurarme de que intentar ser creativo es un riesgo.
¿Practica algún tipo de ejercicio físico?
No; sólo ando, pero es una necesidad.
¿Sabe cocinar?
Me las arreglo, eso es todo.
Si el Reader’s Digest le encargara escribir uno de esos artículos sobre «un personaje inolvidable», ¿a quién elegiría?
Sobre este punto no habría que dramatizar, acercar ciertos nombres a mis intereses actuales; por eso me apetecería escribir, hablar de mis héroes de infancia: Kubala, Ramallets, Federico Martín Bahamontes. Por este orden.
¿Cuál es, en cualquier idioma, la palabra más llena de esperanza?
La sonrisa, sonreír; la veo en otros y la asocio casi siempre a un proyecto, a una promesa.
¿Y la más peligrosa?
Patria. ¡Vaya modo de pegarse al terreno!
¿Alguna vez ha querido matar a alguien?
No.
¿Cuáles son sus tendencias políticas?
En términos convencionales soy de izquierdas, sin que me apetezca ahora una mayor precisión. No es decir mucho, lo sé, pero si pienso en partidos políticos he de confesar que mi ideología actual es el oportunismo.
Si pudiera ser otra cosa, ¿qué le gustaría ser?
No me interpretes mal. Es algo que nunca me planteo. Ponerse en lugar de otro, en el mío incluso, no es nunca un mérito.
¿Cuáles son sus vicios principales?
La pereza. La desidia también me visita con cierta frecuencia.
¿Y sus virtudes?
Aunque parezca una contradicción: me cuesta darme por vencido.
Imagine que se está ahogando. ¿Qué imágenes, dentro del esquema clásico, le pasarían por la cabeza?
Sin duda la de mis hijos; los vería por última vez y abriría la boca tratando de beber, de acabar con el peligro.
T. M.