domingo, 29 de septiembre de 2013

La vida tras el apartheid


Este libro se comenta con un ensayo del año 2003 del otro compatriota de Gordimer que obtuvo el premio Nobel, J. M. Coetzee. Según éste, «la ficción que ha publicado en el nuevo siglo (…) tiende a ser algo incorpóreo, algo superficial en comparación con la de su periodo más importante». «Mejor hoy que mañana», remedo del conocido refrán que aparece pronto en un diálogo entre la pareja protagonista, coincide con este juicio emitido hace diez años: la historia, con personajes dibujados con voluntad de profundidad pero sin carisma, rígidos e intelectualizados en el peor sentido de la palabra, mantiene sin embargo alguna virtud que Coetzee detectó en la Gordimer del periodo que abarca de 1960 hasta la democratización de Sudáfrica en los años noventa.

Porque, en efecto, esta novela (traducción de Miguel Temprano), que sigue los pasos de una familia de Johannesburgo desde finales del siglo XX hasta el 2009, pretende reflexionar sobre la justicia social: «Sus buenas personas son incapaces de vivir o de prosperar en un estado de injusticia», decía Coetzee, y bastante de eso hay esta vez en un relato en el que Gordimer parece que ha puesto sus disquisiciones políticas en boca de un numeroso grupo de personajes que proyectan cómo la conciencia colectiva está obligada a la convivencia, a olvidar o recordar lo sucedido en el país siempre con un trasfondo de desencanto. Pues pese a Mandela, a los sacrificios, a la reconciliación, Sudáfrica no puede abstraerse de la mixtura que a tantos incomoda.

Así, el químico Steve y la abogada Jabu, él blanco, ella negra, ejemplifican las heridas aún abiertas en una nación ya libre pero en la que las desigualdades son el pan de cada día; donde no es necesaria una clandestinidad explícita pero sí seguir posicionándose tanto en el ámbito familiar como público, defendiendo derechos elementales para la próxima generación. El mundo de la universidad, las barriadas residenciales, la sanidad o la alta política aparecen enmarcados alrededor de la pareja, sus amigos e hijos, a través de discusiones donde se revela la búsqueda de la propia identidad africana tras los intentos de Madiba por poner orden en el caos que reinaba en Sudáfrica cuando llegó a la presidencia. Algo que ya preveía el Coetzee de 2003, cuando hablaba de la preocupación de Gordimer con respecto al «veredicto de la historia sobre el proyecto de Europa de colonizar el África subsahariana». Una posible respuesta, en este texto, y hoy mejor que mañana.


Publicado en La Razón, 26-IX-2013