jueves, 31 de octubre de 2013

Entrevista capotiana a Miguel Sanfeliu


En 1972, Truman Capote publicó un original texto que venía a ser la autobiografía que nunca escribió. Lo tituló «Autorretrato» (en Los perros ladran, Anagrama, 1999), y en él se entrevistaba a sí mismo con astucia y brillantez. Aquellas preguntas que sirvieron para proclamar sus frustraciones, deseos y costumbres, ahora, extraídas en su mayor parte, forman la siguiente «entrevista capotiana», con la que conoceremos la otra cara, la de la vida, de Miguel Sanfeliu.

Si tuviera que vivir en un solo lugar, sin poder salir jamás de él, ¿cuál elegiría?
Elegiría mi casa, donde están mis libros y mi familia. A veces uno sueña con ir a otros lugares y entonces, dependiendo del estado de ánimo, suelo pensar en Nueva York, en Londres, en Praga, en un chalet en la playa o en una casa rural en medio del bosque y en un lugar donde siempre esté nublado y haga frío. Pero después de este periplo vuelvo a mi casa y me siento bien.
¿Prefiere los animales a la gente?
No. Comprendo la idea poética de que un animal no te traiciona y es noble y no tiene maldad ni dobleces, y todo eso, pero por lo general suelo preferir la gente a los animales. Es más, creo que desconfío un poco de quienes prefieren los animales a las personas.
¿Es usted cruel?
No, en absoluto. En mi vida cotidiana procuro no herir, evitar los malentendidos y, si se producen, aclararlos. No me cuesta trabajo disculparme si algo dicho o hecho por mí ha molestado a alguien. Ahora bien, como escritor la cosa cambia. Con los personajes, con las situaciones de mi ficción, no me duele ser cruel. La crueldad en la literatura me atrae.
¿Tiene muchos amigos?
Amigos para quedar, para compartir aficiones y contarnos confidencias, no, son pocos. Además, tiendo a la soledad. A veces, miro mis libros y pienso que tengo muchos amigos muertos. Sí tengo muchos amigos en facebook y muchos conocidos a los que me alegro de saludar cuando me encuentro con ellos.
¿Qué cualidades busca en sus amigos?
Que estén a mi lado cuando me equivoco.
¿Suelen decepcionarle sus amigos?
No. Además, yo siempre tiendo a disculparlos. Pero no descarto que, inconscientemente, cree cierta distancia cuando algo me ha dolido.
¿Es usted una persona sincera? 
Procuro serlo. Cuando intento ocultar algo, se me nota. Es cierto que prefiero callar antes de decir algo que no pienso. Pero no me gusta la gente que piensa que la sinceridad es sinónimo de crueldad. Creo que hay que esforzarse por ser sincero sin herir a nadie.
¿Cómo prefiere ocupar su tiempo libre?
Leyendo y escribiendo. También me gusta el cine. Escribir me relaja, me ofrece la posibilidad de soñar otras existencias. Me emociona sumergirme en una historia y espero no perder nunca la satisfacción que me proporciona la escritura. Además, mantiene mi cabeza ocupada todo el tiempo. Cuando voy conduciendo, por ejemplo, mi mente sigue intentando solucionar un desenlace o desarrollar un capítulo. La lectura supone un modo de inspiración. Busco en los autores imaginación, mecanismos narrativos, mundos personales... Me gustan Raymond Carver, Tobías Wolff, John Fante, Richard Ford, Franz Kafka, Albert Camus, Ignacio Aldecoa, Pío Baroja, Medardo Fraile, y un largo etcétera. Pero lo que más me gusta es encontrar libros perdidos, escritores que pasan sin pena ni gloria pero que encierran ocultos tesoros, como Dan McCall, que se murió hace poco, y su novela Jack, el Oso, que por cierto fue llevada al cine con el mismo título, lo cual nos lleva a mi tercera actividad favorita. Ahora voy menos al cine. Suelo ver cine en casa. Soy cliente habitual de un videoclub que resistía contra la crisis con heroicidad (acabo de enterarme de que también va a cerrar). Y suelo ver, cada día, antes de acostarme, una película. La última: De óxido y hueso, que es también la adaptación del libro de cuentos de Craig Davidson, también muy recomendable.
¿Qué le da más miedo?
La muerte de los seres queridos. Lo fácil que puede desmoronarse el mundo de uno.
¿Qué le escandaliza, si es que hay algo que le escandalice?
La falta de empatía. La deshumanización del otro es el primer paso para ejercer la crueldad sobre él.
Si no hubiera decidido ser escritor, llevar una vida creativa, ¿qué habría hecho?
Esta es una pregunta muy difícil para mí porque siempre he querido ser escritor. En mi vida, hay dos realidades, dos parcelas, una en la que no soy escritor y otra en la que sí. Podría decir que me quedaría con esa otra faceta, pero entonces creo que me costaría mucho seguir adelante. Ambas existencias se necesitan. Escribir es una forma de vida y no me imagino viviendo de otra manera.
¿Practica algún tipo de ejercicio físico?
Debería, ¿verdad? Mañana empiezo.
¿Sabe cocinar?
No, pero debo confesar, en mi descargo, que me gusta ver los programas de cocina.
Si el Reader’s Digest le encargara escribir uno de esos artículos sobre «un personaje inolvidable», ¿a quién elegiría?
Recuerdo una buena colección de ejemplares del Reader’s Digest en mi casa. Me viene a la cabeza ahora un artículo sobre el doctor Joseph Bell, que fue la persona que inspiró a Conan Doyle el personaje de Sherlock Holmes. Me interesan esas personas que quedan en el anonimato, en un segundo plano. También me atraen las vidas tortuosas, las relaciones difíciles. Últimamente siento una extraña curiosidad por la vida de Charles Lamb, un ensayista inglés con una trágica historia familiar. Su hermana, Mary Lamb, asesinó a su madre y fue recluida en un psiquiátrico. Charles se hizo cargo de su custodia y la llevó a vivir con él. Ambos colaboraron en la escritura de los Cuentos de Shakespeare, basados en las tragedias del dramaturgo inglés.
¿Cuál es, en cualquier idioma, la palabra más llena de esperanza?
Libertad.
¿Y la más peligrosa?
Fanatismo.
¿Alguna vez ha querido matar a alguien?
Creo que no, me suele bastar con perder de vista a ese “alguien”.
¿Cuáles son sus tendencias políticas?
En este momento no creo en la política. Hay cosas que me importan como la protección de los desfavorecidos, la educación, la sanidad, el empleo digno, que tu entidad financiera no pueda timarte, que la vivienda sea el último recurso para saldar una deuda, el respeto a los demás... En fin, cosas que, al parecer, no son incumbencia de ningún partido político.
Si pudiera ser otra cosa, ¿qué le gustaría ser?
La verdad es que no se me ocurre nada, así que diré que me gustaría ser “nada”.
¿Cuáles son sus vicios principales?
No sé si puedo denominarlo “vicio”, pero el caso es que soy un comprador compulsivo de libros. También sufro de una inseguridad crónica. La combinación de estas dos particularidades resulta bastante catastrófica.
¿Y sus virtudes?
No sé si denominarlo virtudes, pero tengo un carácter más bien tranquilo y tiendo al optimismo (o eso me gustaría).
Imagine que se está ahogando. ¿Qué imágenes, dentro del esquema clásico, le pasarían por la cabeza?
Los rostros de mi mujer y mis hijos. Recuerdos con ellos. Y recuerdos de mi propia niñez. Al final, supongo que eso es lo que importa de verdad.


T. M.