lunes, 7 de octubre de 2013

Entrevista capotiana a Norberto Luis Romero

En 1972, Truman Capote publicó un original texto que venía a ser la autobiografía que nunca escribió. Lo tituló «Autorretrato» (en Los perros ladran, Anagrama, 1999), y en él se entrevistaba a sí mismo con astucia y brillantez. Aquellas preguntas que sirvieron para proclamar sus frustraciones, deseos y costumbres, ahora, extraídas en su mayor parte, forman la siguiente «entrevista capotiana», con la que conoceremos la otra cara, la de la vida, de Norberto Luis Romero.

Si tuviera que vivir en un solo lugar, sin poder salir jamás de él, ¿cuál elegiría?
Mi infancia, mi pueblo y mi casa natal con todo su entorno de entonces, incluido el gallinero y mis terrores nocturnos. No es que fuera especialmente feliz, pero era inocente, apenas tenía responsabilidades y poco sabía de mí mismo.
¿Prefiere los animales a la gente?
Me gustan y disgustan ambos, y considero que son términos muy genéricos. Jamás tendría una araña como mascota, sí un perro; pero si me dieran a elegir como mascota entre Aznar o Esperanza Aguirre y la araña me quedaría con esta última (a la araña de verdad, me refiero). Y mi respeto hacia los animales es absoluto, no así hacia los humanos, ¿se nota, no?
¿Es usted cruel?
Sí, la verdad es cruel, vivir es cruel, existir es de por sí una crueldad. Y mis personajes son aún más crueles, con el resto de personajes y con el lector. La crueldad es una forma más del conocimiento, es un componente más de la naturaleza humana, tan válido, ineludible y necesario como cualquier otro.
¿Tiene muchos amigos?
Pocos y de todo tipo, además a estas alturas de mi vida sigo preguntándome cuál es exactamente este sentimiento que llamamos amistad, cuáles son sus reglas, cuáles sus dimensiones. Lo de la amistad es algo sobrevalorado, un paliativo contra la soledad humana pero la realidad nos demuestra que cada vez más la amistad se diluye tras la pantalla.
¿Qué cualidades busca en sus amigos?
Sentido del humor, talento, honestidad, imaginación y capacidad de juego. Pero por sobre todo eso intangible que hace que una cuerda haga vibrar a otra  y por la cual, justamente, se crea una amistad.
¿Suelen decepcionarle sus amigos?
A veces sí, de la misma forma que los decepciono a ellos, pero lo peor es decepcionarme a mí mismo, algo que me ocurre a cada rato.
¿Es usted una persona sincera? 
Sí cuando escribo, mi escritura es absolutamente sincera, porque considero que lo que se escribe debe ser coherente con lo que se piensa, la coherencia es consustancial a la voz propia, al estilo y a la originalidad. En la vida miento a conveniencia, como todos.
¿Cómo prefiere ocupar su tiempo libre?
Perdiéndolo.
¿Qué le da más miedo?
El dolor físico, la enfermedad, la vejez, el deterioro, la locura, la agonía y morir ahogado aunque sea rápido.
¿Qué le escandaliza, si es que hay algo que le escandalice?
La clase política española, que es la que me afecta directamente.
Si no hubiera decidido ser escritor, llevar una vida creativa, ¿qué habría hecho?
Música, sin duda alguna. De niño le pedía a mi padre que me comprara un arpa, pero él me decía que me compraría una quena (flauta de caña). Me quedé en músico frustrado. La música es lo que más me conmueve después de, por ejemplo, Memorias de Adriano en la traducción de Córtázar.
¿Practica algún tipo de ejercicio físico?
No, lo detesto, me aburre sobremanera, siempre me aburrió y lo consideré una estupidez y una manifestación de machismo primitivo. De niño, mis padres, mis grandes aliados, me hacían certificados falsos como que estaba enfermo para librarme de las clases de educación física, ese precepto tan hitleriano. Porque la bobada de mens sana... me parece una perogrullada, no hay más que ver la inteligencia de la mayoría de los deportistas y la de, por ejemplo, Stephen Hawking. Además, el ejercicio físico está condenado a desaparecer por la propia evolución humana, cuando seamos sólo una pequeña cabeza apoltronada y dos manos con los dedos necesarios para teclear el móvil, o lo que venga entonces.
¿Sabe cocinar?
Bastante, algunas especialidades, como la empanada de atún, los canelones a la italiana y algunos otros platos, pero detesto la cocina como rutina. Aunque pienso que entre los grandes inventos de la humanidad, como lo son la cama y la escritura, está el huevo frito.
Si el Reader’s Digest le encargara escribir uno de esos artículos sobre «un personaje inolvidable», ¿a quién elegiría?
Al caballero inexistente, a Sherazade, o al protagonista de esas historias típicas de esta revista que, justamente, leí en mi infancia porque mis padres estaban suscriptos y que se titulaban algo así: “Cómo vivo feliz con mi cáncer de huesos”, o bien “Sonrío a la vida cada vez que rememoro cómo a mi hijo lo destrozó el tren”. Inolvidable revista de propaganda americana. En realidad no necesito héroes, más bien antihéroes capaces de cambiar al mundo no de redimirlo. ¡Oh, el peso de la moral cristiana y todas sus farsas!
¿Cuál es, en cualquier idioma, la palabra más llena de esperanza?
Honestidad, pero no espero nada de nadie porque no hay nada que esperar, la humanidad sigue su curso natural que nada tiene que ver con nuestros deseos, y en ese devenir la esperanza queda fuera, es un concepto cultural judeocristiano, no está contemplado en la naturaleza.
¿Y la más peligrosa?
Nazismo, que es de esperar según están las cosas.
¿Alguna vez ha querido matar a alguien?
Muchas, a diario, cada vez que veo un informativo, leo un diario o salgo a la calle, pero se lo dejo a dios, que es especialista en odio y nunca irá a la cárcel.
¿Cuáles son sus tendencias políticas?
Voluntaristas con la izquierda y confusas, ingenuas y utópicas, pero viscerales. Y creo en la violencia como mejor respuesta a la violencia y no en poner la otra mejilla.
Si pudiera ser otra cosa, ¿qué le gustaría ser?
Inconsciente de mi propia condición humana, ¿tal vez idiota, inocente, orate...o una escolopendra? Me daría igual mientras ignorara mi propia condición, mientras me mantuviera ajeno al martirio de mi propia consciencia.
¿Cuáles son sus vicios principales?
Los dulces, el chocolate, antes lo fue el sexo, pero se ha esfumado junto con mi próstata.
¿Y sus virtudes?
El colesterol bajo, cierto talento creativo, poner bien azulejos.
Imagine que se está ahogando. ¿Qué imágenes, dentro del esquema clásico, le pasarían por la cabeza?
Recuerdos y deseos: la agonía y la muerte de mis seres queridos; y una agonía dolorosa a la hijaputa del tercero centro, que me llevó al quirófano donde me abrieron en canal como a un cerdo.

T. M.