lunes, 2 de diciembre de 2013

Entrevista capotiana a Carmen Borja

En 1972, Truman Capote publicó un original texto que venía a ser la autobiografía que nunca escribió. Lo tituló «Autorretrato» (en Los perros ladran, Anagrama, 1999), y en él se entrevistaba a sí mismo con astucia y brillantez. Aquellas preguntas que sirvieron para proclamar sus frustraciones, deseos y costumbres, ahora, extraídas en su mayor parte, forman la siguiente «entrevista capotiana», con la que conoceremos la otra cara, la de la vida, de Carmen Borja.

Si tuviera que vivir en un solo lugar, sin poder salir jamás de él, ¿cuál elegiría?
Yo mi me conmigo. ¿Le parece poco?
¿Prefiere los animales a la gente?
En absoluto. E intento evitar el contacto con los nocivos, sean animales o personas.
¿Es usted cruel?
No, creo que estoy incapacitada para ello. Aunque, pensándolo bien, en caso de crueldad extrema contra alguno de los míos, ¿quién puede asegurar nada?
¿Tiene muchos amigos?
Los justos, supongo.
¿Qué cualidades busca en sus amigos?
Las básicamente humanas. Pero es bastante misterioso esto de los amigos. Algunos que lo son ahora, no lo habrían sido hace años. Porque algunas personas –qué cosa, ¿no?– evolucionan para bien.
¿Suelen decepcionarle sus amigos?
Todos podemos decepcionar en cosillas de poca monta, tampoco hay que dramatizar.
¿Es usted una persona sincera?
Supongo que dentro de la media. La sinceridad absoluta no es humana.
¿Cómo prefiere ocupar su tiempo libre?
Y eso, ¿qué es?
¿Qué le da más miedo?
Perder a los que quiero.
¿Qué le escandaliza, si es que hay algo que le escandalice?
Las grandes fortunas, la impunidad, la tortura, el maltrato humano, animal y paisajístico, la desfachatez..., ¿hace falta que siga?
Si no hubiera decidido ser escritor, llevar una vida creativa, ¿qué habría hecho?
Respirar, como ahora. Mientras lo siga haciendo, vamos bien.
¿Practica algún tipo de ejercicio físico?
Caminar, pasear, deambular, divagar. Leer –en papel, en pantalla, en vallas publicitarias–, ver TV y cine. Y sufrir: es inevitable.
¿Sabe cocinar?
Lo justo para ir tirando de manera moderadamente agradable. En mi caso no siento una especial pasión por la cocina, en absoluto.
Si el Reader’s Digest le encargara escribir uno de esos artículos sobre “un personaje inolvidable”, ¿a quién elegiría?
No escribo para el Reader’s Digest.
¿Cuál es, en cualquier idioma, la palabra más llena de esperanza?
No conozco tantos idiomas. Pero en castellano creo que esperanza.
¿Y la más peligrosa?
Gratis.
¿Alguna vez ha querido matar a alguien?
No en directo. Pero ¡ay, en diferido! El que esté libre de ficción, que tire la primera historia.
¿Cuáles son sus tendencias políticas?
La Declaración Universal de los Derechos Humanos me sigue pareciendo un buen punto de partida..., por aplicar.
Si pudiera ser otra cosa, ¿qué le gustaría ser?
Ya he jugado a eso, prefiero el sentido del humor.
¿Cuáles son sus vicios principales?
Los solitarios.
¿Y sus virtudes?
Las compartidas.
Imagínese que se está ahogando. ¿Qué imágenes, dentro del esquema clásico, le pasarían por la cabeza?
La pregunta es estúpida con ganas. Como si en una situación así uno fuera a ocuparse del esquema clásico.

T. M.