martes, 4 de marzo de 2014

Entrevista capotiana a Marcelo Luján

En 1972, Truman Capote publicó un original texto que venía a ser la autobiografía que nunca escribió. Lo tituló «Autorretrato» (en Los perros ladran, Anagrama, 1999), y en él se entrevistaba a sí mismo con astucia y brillantez. Aquellas preguntas que sirvieron para proclamar sus frustraciones, deseos y costumbres, ahora, extraídas en su mayor parte, forman la siguiente «entrevista capotiana», con la que conoceremos la otra cara, la de la vida, de Marcelo Luján.

Si tuviera que vivir en un solo lugar, sin poder salir jamás de él, ¿cuál elegiría?
Mi casa, indudablemente.
¿Prefiere los animales a la gente?
Prefiero a la gente, pero con reservas.
¿Es usted cruel?
A veces sí.
¿Tiene muchos amigos?
No muchos. Sería agotador tener muchos.
¿Qué cualidades busca en sus amigos?
Con la lealtad me alcanza. Pero la lealtad es un sentimiento incondicional. Y casi nadie es incondicional hoy en día.
¿Suelen decepcionarle sus amigos?
No me gustaría que eso sucediera. Aunque alguna vez sucedió. Qué tristeza tan grande implica la decepción, vaya.
¿Es usted una persona sincera? 
Desde luego que sí.
¿Cómo prefiere ocupar su tiempo libre?
Todo lo que hago lo hago para tener tiempo libre. Somos unos androides sin tiempo libre. No quiero ser un androide. Todo lo que hago lo hago para tener tiempo libre. Entonces lo ocupo haciendo lo que más me gusta: nada.
¿Qué le da más miedo?
Acercarme al mal absoluto.
¿Qué le escandaliza, si es que hay algo que le escandalice?
El ridículo. Las personas que hacen el ridículo. La idiotez de las personas que hacen el ridículo.
Si no hubiera decidido ser escritor, llevar una vida creativa, ¿qué habría hecho?
Sinceramente no lo sé.
¿Practica algún tipo de ejercicio físico?
Fútbol, siempre. Desde los siete años. (Y sólo renunciaré a él cuando ya no pueda andar.)
¿Sabe cocinar?
Creo que no. Pero insisto constantemente.
Si el Reader’sDigest le encargara escribir uno de esos artículos sobre «un personaje inolvidable», ¿a quién elegiría?
A Eva Perón.
¿Cuál es, en cualquier idioma, la palabra más llena de esperanza?
Love.
¿Y la más peligrosa?
En este caso, quedaría muy supeditada al tiempo y al espacio.
¿Alguna vez ha querido matar a alguien?
No. Pero si ese alguien me hace el daño suficiente, lo mataría sin dudarlo.
¿Cuáles son sus tendencias políticas?
Las de la justicia social, por encima de todo.
Si pudiera ser otra cosa, ¿qué le gustaría ser?
Cirujano en el Seattle Grace (básicamente para besar a diario a Maredith Grey).
¿Cuáles son sus vicios principales?
San Lorenzo de Almagro. Leer. Escribir ficción. Tomar mate. San Lorenzo de Almagro.
¿Y sus virtudes?
Tengo una interminable militancia por las cosas que me gustan. Creo que es una virtud, aunque tampoco estoy seguro.
Imagine que se está ahogando. ¿Qué imágenes, dentro del esquema clásico, le pasarían por la cabeza?
Ya me pasó una vez y lo único que hace el cerebro es repetir la idea de que te vas a morir en menos de tres minutos. Es horrible morirse lúcido y de casualidad. Sin embargo, se trata de una secuencia extremadamente literaria.

T. M.