En
1972, Truman Capote publicó un original texto que venía a ser la autobiografía
que nunca escribió. Lo tituló «Autorretrato» (en Los perros ladran, Anagrama, 1999), y en él se
entrevistaba a sí mismo con astucia y brillantez. Aquellas preguntas que
sirvieron para proclamar sus frustraciones, deseos y costumbres, ahora,
extraídas en su mayor parte, forman la siguiente «entrevista capotiana», con la
que conoceremos la otra cara, la de la vida, de Nacho Cabana.
Si tuviera que vivir en un solo lugar, sin poder salir jamás de él, ¿cuál elegiría?
La
Barceloneta, obviamente.
¿Prefiere los animales a la gente?
Prefiero a
la gente que le gustan los animales.
¿Es usted cruel?
Sólo
cuando escribo.
¿Tiene muchos amigos?
Sí, soy
incapaz de que el paso de tiempo haga que me olvide de la gente que quiero.
¿Qué cualidades busca en sus amigos?
Que les
gusten las películas subtituladas, que se sienten no más atrás de la fila cinco
en el cine, que beban vermut antes de las comidas y orujo de
hierbas después, que lloren con los Muppets y sepan quién es Frank Henenlotter.
También que pueda acurrucarme en su panza en los momentos difíciles, que me
llamen para darme buenas noticias y que odien a la misma gente que yo.
¿Suelen decepcionarle sus amigos?
Intento
que no.
¿Es usted una persona sincera?
Con quien
se lo merece, sí.
¿Cómo prefiere ocupar su tiempo libre?
Riéndome
con mi esposa, yendo al cine, viendo series, comiendo japonés o mexicano.
Pecando, en general.
¿Qué le da más miedo?
La vejez
de la gente que quiero.
¿Qué le escandaliza, si es que hay algo que le
escandalice?
La
estupidez de la que hacen galas los anuncios. Las listas cerradas en las
elecciones. El estado autonómico. Alicia Sánchez-Camacho. Miles de personas
aclamando a millonarios que juegan al fútbol para equipos de mafiosos. Felipe
Calderón dando clase en Harvard mientras México se desangra por su culpa. El
desprecio al cine español. La política migratoria nacional con los países
latinoamericanos. El concepto de “televisión generalista”. La espiga dorada por
el sol.
Si no hubiera decidido ser escritor, llevar una vida
creativa, ¿qué habría hecho?
Sería kiosquero.
¿Practica algún tipo de ejercicio físico?
Bicing.
¿Sabe cocinar?
Lo justo
para no morirme de hambre. Afortunadamente, mi esposa lo hace mucho mejor que
yo.
Si el Reader’s Digest le encargara escribir uno de esos artículos sobre «un
personaje inolvidable», ¿a quién elegiría?
A Paco
Lama, periodista, guía de viajes y el mayor apasionado por África y por la vida
que he conocido. Y un gran storyteller.
¿Cuál es, en cualquier idioma, la palabra más llena de
esperanza?
Wonderbra.
¿Y la más peligrosa?
Nacionalismo.
¿Alguna vez ha querido matar a alguien?
Cada día,
varias veces.
¿Cuáles son sus tendencias políticas?
Dedúzcalas
el lector de esta entrevista.
Si pudiera ser otra cosa, ¿qué le gustaría ser?
Escritor
de guías para Lonely Planet.
¿Cuáles son sus vicios principales?
Los que se
pueden decir son: las galletas Campurrianas, las palmeras de chocolate, las
tostadas de pan integral con pasas que me como los viernes.
¿Y sus virtudes?
Autoexigencia,
disciplina, ironía, facilidad para recordar rostros e historias que me cuentan.
Capacidad de escuchar.
Imagine que se está ahogando. ¿Qué imágenes, dentro del
esquema clásico, le pasarían por la cabeza?
Una balsa
de la Cruz Roja, Christina Hendricks haciéndome el boca a boca, una
sala de urgencias dirigida por John Wells.
T. M.