martes, 28 de octubre de 2014

Entrevista capotiana a Viviana Rivero

En 1972, Truman Capote publicó un original texto que venía a ser la autobiografía que nunca escribió. Lo tituló «Autorretrato» (en Los perros ladran, Anagrama, 1999), y en él se entrevistaba a sí mismo con astucia y brillantez. Aquellas preguntas que sirvieron para proclamar sus frustraciones, deseos y costumbres, ahora, extraídas en su mayor parte, forman la siguiente «entrevista capotiana», con la que conoceremos la otra cara, la de la vida, de Viviana Rivero.

Si tuviera que vivir en un solo lugar, sin poder salir jamás de él, ¿cuál elegiría?
Definitivamente la oficina donde escribo.
¿Prefiere los animales a la gente?
La gente. Me gusta la comunicación que se da entre los humanos.
¿Es usted cruel?
No.
¿Tiene muchos amigos?
No, son pocos pero amistades de muchos años.
¿Qué cualidades busca en sus amigos?
Fidelidad.
¿Suelen decepcionarle sus amigos?
Los verdaderos amigos no.
¿Es usted una persona sincera? 
Sí.
¿Cómo prefiere ocupar su tiempo libre?
Conociendo lugares.
¿Qué le da más miedo?
Ir a un lugar desconocido y perderme.
¿Qué le escandaliza, si es que hay algo que le escandalice?
Las cosas que van contra la naturaleza.
Si no hubiera decidido ser escritor, llevar una vida creativa, ¿qué habría hecho?
Actriz.
¿Practica algún tipo de ejercicio físico?
Si, largas y enérgicas caminatas todos los días.
¿Sabe cocinar?
Sí.
Si el Reader’s Digest le encargara escribir uno de esos artículos sobre «un personaje inolvidable», ¿a quién elegiría?
A Charles Chaplin.
¿Cuál es, en cualquier idioma, la palabra más llena de esperanza?
Amor.
¿Y la más peligrosa?
Odio.
¿Alguna vez ha querido matar a alguien?
No.
¿Cuáles son sus tendencias políticas?
No tengo, la política no me interesa.
Si pudiera ser otra cosa, ¿qué le gustaría ser?
Estoy bien con lo que soy.
¿Cuáles son sus vicios principales?
Los horarios y sus cumplimientos.
¿Y sus virtudes?
La fuerza de voluntad.
Imagine que se está ahogando. ¿Qué imágenes, dentro del esquema clásico, le pasarían por la cabeza?
No tendría imágenes, de seguro mi último pensamiento sería de reconciliación con Dios.

T. M.