jueves, 20 de noviembre de 2014

Entrevista capotiana a Xabier López López

En 1972, Truman Capote publicó un original texto que venía a ser la autobiografía que nunca escribió. Lo tituló «Autorretrato» (en Los perros ladran, Anagrama, 1999), y en él se entrevistaba a sí mismo con astucia y brillantez. Aquellas preguntas que sirvieron para proclamar sus frustraciones, deseos y costumbres, ahora, extraídas en su mayor parte, forman la «entrevista capotiana» con la que conoceremos la otra cara, la de la vida, de Xabier López López.

Si tuviera que vivir en un solo lugar, sin poder salir jamás de él, ¿cuál elegiría?
Pues una de esas novelas río con meandros y ramificaciones y  momentos para todo y para todos (aquí hablo, fundamentalmente de “todos” los que quiero).
¿Prefiere los animales a la gente?
Ya decía Sartre (creo recordar que en “Las palabras”) que, cuando amamos de más a los animales, lo hacemos en contra de los hombres. No, bajo ningún concepto puedo preferir los animales a la gente, a las personas. Aunque algunas veces…
¿Es usted cruel?
Creo que nadie contestaría afirmativamente una pregunta así. Otra cosa es echar la vista atrás, y darse cuenta –con cierto horror– que algunas veces lo hemos sido (y mucho) y con quien menos se lo merecía.
¿Tiene muchos amigos?
Aquí hay una contradictio in terminis, ¿no? Los amigos, por definición, se cuentan con los dedos de una mano.
¿Qué cualidades busca en sus amigos?
Lealtad, lealtad, y mucho sentido del humor.
¿Suelen decepcionarle sus amigos?
Un amigo nunca decepciona; otra cosa es que hablemos de todos esos sujetos a los que alguna vez hemos llamado amigos y que a la hora de la verdad…
¿Es usted una persona sincera? 
Pues todo lo sincera que puede ser una persona que, para mostrarse como es, debe acudir de vez en cuando a esa sofisticada (y maravillosa) forma de mentira que es la ficción literaria.
¿Cómo prefiere ocupar su tiempo libre?
Leyendo. ¿Qué típico, no?
¿Qué le da más miedo?
Supongo que es un lugar común, pero me aterra la idea de perder a la gente querida.
¿Qué le escandaliza, si es que hay algo que le escandalice?
Pues tal vez el poco respeto intelectual que se tienen (y nos tienen) ciertos políticos. Estamos llegando a extremos auténticamente inconcebibles.
Si no hubiera decidido ser escritor, llevar una vida creativa, ¿qué habría hecho?
Pues no sé, la verdad. ¿Ser uno de esos grises burócratas que sueña con mandarlo todo a paseo para dedicarse a escribir?
¿Practica algún tipo de ejercicio físico?
Jugué al baloncesto durante muchos años y aún intento, cuando encuentro con quién, “echar” de vez en cuando unas canastas. El sucedáneo: bicicleta estática.
¿Sabe cocinar?
Siempre he estado rodeado por gente que sabe hacerlo, de ahí que, en un estúpido ejercicio de utilitarismo, y paradojas al margen, me haya dedicado a aprender cosas bastante menos útiles. Podríamos decir que intento escoger el vino (o la cerveza) y no quedar demasiado mal.
Si el Reader’s Digest le encargara escribir uno de esos artículos sobre «un personaje inolvidable», ¿a quién elegiría?
¡Uff! Sobran personajes “inolvidables”. Y no sé por qué, los que se me vienen ahora a la cabeza merecerían que nos olvidásemos de ellos por siempre y “desde ya”.
¿Cuál es, en cualquier idioma, la palabra más llena de esperanza?
“Mañana”.
¿Y la más peligrosa?
“Ayer”.
¿Alguna vez ha querido matar a alguien?
¡No! Aunque no niego que en alguna ocasión haya deseado que “alguien” se partiese una pierna.     
¿Cuáles son sus tendencias políticas?
Como decía Castelao, “siendo gallego, no puedo ser más que galleguista”. Y de izquierda, claro; pero de la que ve en el dogmatismo un enemigo más.
Si pudiera ser otra cosa, ¿qué le gustaría ser?
Un ser volador no estaría mal. (Y lo dice quién es incapaz de asomarse a la ventana de su casa).   
¿Cuáles son sus vicios principales?
El principal, sin duda, gastar en libros más de lo que tolera una economía doméstica medianamente saneada.  
¿Y sus virtudes?
¿El tesón? ¿La seriedad? ¿La perseverancia? ¿No pierde uno credibilidad cuando contesta una pregunta así?
Imagine que se está ahogando. ¿Qué imágenes, dentro del esquema clásico, le pasarían por la cabeza?
No sé. Tal vez, y como dejó escrito Machado en el que, dicen, fue su último verso, algo relacionado con “aquel sol de la infancia”.

T. M.