martes, 15 de diciembre de 2015

Entrevista capotiana a Juan Arnau

En 1972, Truman Capote publicó un original texto que venía a ser la autobiografía que nunca escribió. Lo tituló «Autorretrato» (en Los perros ladran, Anagrama, 1999), y en él se entrevistaba a sí mismo con astucia y brillantez. Aquellas preguntas que sirvieron para proclamar sus frustraciones, deseos y costumbres, ahora, extraídas en su mayor parte, forman la siguiente «entrevista capotiana», con la que conoceremos la otra cara, la de la vida, de Juan Arnau.

Si tuviera que vivir en un solo lugar, sin poder salir jamás de él, ¿cuál elegiría?
Acabaría por arrepentirme de cualquier elección que hiciera, pero me arrepentiría mejor junto al Mediterráneo.
¿Prefiere los animales a la gente?
En absoluto.
¿Es usted cruel?
No que yo sepa. Al menos hasta ahora no lo he sido. Esclavizar esclaviza.
¿Tiene muchos amigos?
Sólo unos pocos y bastante repartidos: en México Distrito Federal, en Ann Arbor, en Benarés y en otros lugares en los que he vivido. Conservo amigos de la infancia y de la época en la que estuve embarcado.
¿Qué cualidades busca en sus amigos?
No sabría decirlo, nunca me he planteado la amistad como búsqueda. Supongo que compartir intereses, la complicidad y las risas, el erotismo y la conversación.
¿Suelen decepcionarle sus amigos?
No.
¿Es usted una persona sincera? 
A veces demasiado, aunque poco a poco empiezo a aprender a callar y sonreír.
¿Cómo prefiere ocupar su tiempo libre?
Pasear, jugar al tenis, leer, bucear, en ese orden.
¿Qué le da más miedo?
No tengo muchos miedos, pero si pudiera evitar algo sería el sufrimiento de mis hijos.
¿Qué le escandaliza, si es que hay algo que le escandalice?
Escándalo es el título de una canción que no me gusta. No suelo escandalizarme, pero me cabrean aquellas actitudes que, por ceguera o codicia, incrementan innecesariamente el sufrimiento del mundo. Pienso ahora en la intervención de Bush en Irak, o en cómo la economía financiera (esa que no genera riqueza ni bienestar) devora la economía real en la “Europa de las libertades”.
Si no hubiera decidido ser escritor, llevar una vida creativa, ¿qué habría hecho?
Nunca decidí ser escritor, de hecho nunca quise serlo. Siempre me ha interesado el conocimiento y he dedicado una gran parte de mis energías al estudio, primero con la astrofísica, luego con la filosofía. Una cosa ha llevado a la otra. El creador en general se nutre del ego y, si algo enseña el budismo, es que hacerse un gran ego acaba pasando factura. Hay un momento en la vida en el que hay que desmontarlo y no poder hacerlo es dramático.
¿Practica algún tipo de ejercicio físico?
Véase pregunta anterior. Juego a fútbol como mi hijo, aunque por el momento me gusta más a mí que a él.
¿Sabe cocinar?
Soy experto en la pasta. Viví con un italiano en México y aprendí algunos secretos.
Si el Reader’s Digest le encargara escribir uno de esos artículos sobre «un personaje inolvidable», ¿a quién elegiría?
Elegiría a Berkeley, aunque era más sabio que personaje. Personaje personaje fue Rousseau, sobre el que preparo un librito.
¿Cuál es, en cualquier idioma, la palabra más llena de esperanza?
Karuna. Es una palabra sánscrita que significa “identificación afectiva”.
¿Y la más peligrosa?
Greed.
¿Alguna vez ha querido matar a alguien?
No. Ahora que lo dice recuerdo vagamente un sueño en el que mataba a alguien, aunque no estoy seguro.
¿Cuáles son sus tendencias políticas?
Depende de la cuestión que esté en juego, en algunos asuntos estaría a un lado, en otros en el opuesto. De todos modos, carezco del pathos politicus. Como decía Nietzsche, quien tenga el furor philosophicus en el cuerpo, de poco tiempo dispondrá para cultivar también el furor politicus, y se cuidará sabiamente de leer todos los días los periódicos o de ponerse al servicio de un partido. Y yo me temo que, para bien o para mal, tengo metida la filosofía en el cuerpo.
Si pudiera ser otra cosa, ¿qué le gustaría ser?
Nunca me lo he planteado. En ese sentido soy muy spinoziano.
¿Cuáles son sus vicios principales?
Las juanolas y los inconfesables.
¿Y sus virtudes?
Tendría que preguntarle a mis enemigos.
Imagine que se está ahogando. ¿Qué imágenes, dentro del esquema clásico, le pasarían por la cabeza?
Trataría de visualizar una tabla de surf o un pequeño bote con algo de comida y un filtro potabilizador de agua salada.

T. M.