martes, 17 de mayo de 2016

Nueva colección de narrativa en Fórcola Ediciones

Librería Alberti, Madrid, el noviembre pasado

Recibo el “Catálogo junio 2016” de Fórcola Ediciones, con el honor que me produce verme dentro de él en dos ocasiones –Melancolía y suicidios literarios. De Aristóteles a Alejandra Pizarnik (2014) y Los tres dioses chinos. Un viaje a Pekín, Xian y Shanghái, desde Nueva York y hasta Hong Kong (2015)– y al pasar la cubierta veo pasar el tiempo. Dice Javier Jiménez que su editorial cumple ya nueve años. Casi una década en que Fórcola se ha convertido en una espléndida iniciativa dedicada al ensayo y a los libros de viajes, y ligados a estos, a alguna que otra novela (de Julio Verne). Ahora, automáticamente, en lo que se tarda en pasar la siguiente página de esa “Carta del editor a sus lectores”, Jiménez, ya de por sí un profesional que no tiene parangón por su extrema dedicación y amor por los libros que lee y publica, se ha convertido en el editor más arriesgado, más valiente que existe entre nosotros. Y todo por su nueva colección, denominada Ficciones, que no presenta narrativa al uso, historias convencionales, géneros típicos, sino todo, todo lo contrario: la máxima apertura a nuevas formas literarias, casi experimentales, audaces y extraordinariamente singulares. Se trata de dos títulos, Los que miran, de Remedios Zafra, y El pulso de la desmemoria, de Amelia Pérez de Villar, quien hace escasos días respondía a la entrevista capotiana. El riesgo, el salto a la aventura editorial, admirable, lo es más por cuanto es el debut novelístico de ambas escritoras, que ya habían destacado de forma notabilísima con sus ensayos y traducciones, respectivamente.