miércoles, 13 de julio de 2016

Entrevista capotiana a María Jesús Mingot

En 1972, Truman Capote publicó un original texto que venía a ser la autobiografía que nunca escribió. Lo tituló «Autorretrato» (en Los perros ladran, Anagrama, 1999), y en él se entrevistaba a sí mismo con astucia y brillantez. Aquellas preguntas que sirvieron para proclamar sus frustraciones, deseos y costumbres, ahora, extraídas en su mayor parte, forman la siguiente «entrevista capotiana», con la que conoceremos la otra cara, la de la vida, de María Jesús Mingot.

Si tuviera que vivir en un solo lugar, sin poder salir jamás de él, ¿cuál elegiría?
Las páginas de un buen libro de viajes.
¿Prefiere los animales a la gente?
Una hora al día al menos la necesito pasar sólo con mis perros. No cambio ese tiempo por nada.
¿Es usted cruel?
La historia de la civilización es siempre, al mismo tiempo, historia de la crueldad, y no hay mejor forma de darle cabida en nuestras vidas que el considerar de antemano que estamos al margen.
¿Tiene muchos amigos?
Unos pocos, insustituibles.
¿Qué cualidades busca en sus amigos?
El humor, la generosidad y esa hermosa palabra que en alemán, por ejemplo, no existe con este significado: complicidad. La sensación de que el otro sabe qué sentimos o de qué hablamos, sin que haya necesidad de muchas palabras, acompaña mucho.
¿Suelen decepcionarle sus amigos?
Alguna vez, y supongo que yo a ellos también. En la medida en que seguimos aquí  para mí es evidente que la amistad estaba muy por encima de las puntuales decepciones. Además, uno aprende también con el tiempo que una cosa es la decepción y otra la interpretación personal que a menudo damos a esa decepción.
¿Es usted una persona sincera? 
En general sí, hasta donde sé. Aunque hay mucho de mí misma que se me escapa, y tampoco tengo mucho interés en “llegar más al fondo” porque me perdería muchas cosas.
¿Cómo prefiere ocupar su tiempo libre?
Paseo con mis perros, leo, voy a algún concierto, escribo, o viajo de vez en cuando. Me pasé algunos años  sin poder hacer nada de esto a causa de una enfermedad, así que ahora, con mis limitaciones y alguna ayuda (como un programa de voz para escribir), cada una de estas cosas me parece algo extraordinario.
¿Qué le da más miedo?
Que las personas que conforman el paisaje en el que vivo dejen de estar ahí, y que algún día puedan sufrir mucho sin esperanza.
¿Qué le escandaliza, si es que hay algo que le escandalice?
La imperturbable buena conciencia de cuantas personas mandan “apretar el gatillo” sin inmutarse.
Si no hubiera decidido ser escritor, llevar una vida creativa, ¿qué habría hecho?
Yo no decidí ser escritora. Creo que no hay elección: uno siente la necesidad de escribir o no la siente. Y luego se pone a ello cada día. Me hubiera gustado mucho estudiar música o/y pintura, eso también es verdad. Y ser fotógrafa de viajes.
¿Practica algún tipo de ejercicio físico?
Adoraba nadar. Practiqué natación hasta el 2010, año en el que fui operada y después diagnosticada de un tema neuro-muscular. Ahora sólo paseo con mis perros y voy a rehabilitación, pero como antes no podía hacer nada de eso, me parece un privilegio.
¿Sabe cocinar?
Sí, me relaja cocinar, sobre todo la repostería, aunque no soy buena.
Si el Reader’s Digest le encargara escribir uno de esos artículos sobre «un personaje inolvidable», ¿a quién elegiría?
Les diría que no.
¿Cuál es, en cualquier idioma, la palabra más llena de esperanza?
Creo que bondad es la palabra. Pero es más una tarea que un don.
¿Y la más peligrosa?
Guerra y racismo. Son epidemias mortales.
¿Alguna vez ha querido matar a alguien?
Claro que sí, esta misma mañana quise matar a mi vecina porque hace un ruido espantoso. Se pasea cada día a las 7 de la mañana con los tacones. No conoce las zapatillas.
¿Cuáles son sus tendencias políticas?
Me preocupa mucho la degeneración moral de la política, la corrupción y el despotismo de los que deberían ser un ejemplo de transparencia, y el descrédito generalizado al que todo ello ha dado lugar. Que eso del bien común se haya convertido sólo en una carta a enseñar en tiempos de elecciones es muy grave. Y, por supuesto, me preocupa también la crisis de los refugiados, que es siempre al mismo tiempo una crisis de los derechos humanos.
Si pudiera ser otra cosa, ¿qué le gustaría ser?
En mi mundo onírico, copo de nieve, nube, agua. En otro orden de cosas me hubiera gustado mucho viajar por el mundo con una cámara al hombro como forma de ganarme la vida.
¿Cuáles son sus vicios principales?
¿Unas cervezas son vicio?
¿Y sus virtudes?
Creo que la sensibilidad en sentido amplio es mi cara y mi cruz. También nombraría la empatía, la capacidad de alegrarme por cosas muy pequeñas, y la perseverancia.
Imagine que se está ahogando. ¿Qué imágenes, dentro del esquema clásico, le pasarían por la cabeza?
No lo sé, creo que pensaría en una imagen que siempre ha vuelto a mí en los peores momentos: mis hijos de pequeños chapoteando a la orilla del mar, en Punta Umbría.

T. M.