jueves, 1 de diciembre de 2016

Entrevista capotiana a Montserrat Rico Góngora

En 1972, Truman Capote publicó un texto original que venía a ser la autobiografía que nunca escribió. Lo tituló «Autorretrato» (en Los perros ladran, Anagrama, 1999), y en él se entrevistaba a sí mismo con astucia y brillantez. Aquellas preguntas que sirvieron para proclamar sus frustraciones, deseos y costumbres, ahora, extraídas en su mayor parte, forman la siguiente «entrevista capotiana», con la que conoceremos la otra cara, la de la vida, de Montserrat Rico Góngora.

Si tuviera que vivir en un solo lugar, sin poder salir jamás de él, ¿cuál elegiría?
La misma ciudad en la que vivo. Es lo suficientemente grande para sentir que quedan muchos rincones ocultos por descubrir para satisfacer mi curiosidad, y pequeña en la medida justa para no sentirme extraviada. Al fin y al cabo la parálisis de los años nos condena a ese destino: un único lugar desde el que ver el mundo.
¿Prefiere los animales a la gente?
No. No tengo animales domésticos. Prefiero a la gente, pero soy selectiva. No todas las compañías me satisfacen.
¿Es usted cruel?
Todos los seres humanos son piadosos y crueles potencialmente. Simplemente jugamos las cartas que nos reparte la vida.
¿Tiene muchos amigos?
Conocidos muchos. Los amigos se cuentan con los dedos de una mano.
¿Qué cualidades busca en sus amigos?
La lealtad y que puedan enseñarme valores éticos y morales de los que quizá yo carezco. No tengo ningún interés en perder el tiempo con alguien que me haga peor.
¿Suelen decepcionarle sus amigos?
Los que me decepcionaron ya no lo son, han pasado a ser conocidos. De modo que los que conservo, de momento, no me decepcionan.
¿Es usted una persona sincera? 
Absolutamente y es algo que he pagado muy caro.
¿Cómo prefiere ocupar su tiempo libre?
Me gusta viajar. Es un ejercicio completo para el músculo del intelecto. Cuando no me lo permite la economía o el tiempo sencillamente agradezco pasear junto a la orilla del mar.
¿Qué le da más miedo?
La soledad.
¿Qué le escandaliza, si es que hay algo que le escandalice?
El futuro que este país, este continente o este mundo les reserva a los jóvenes. Me temo que vivirán en la misma situación de esclavitud y falta de derechos sociales a la que se enfrentaron mis abuelos. ¡Un siglo tirado a la basura de la historia!
Si no hubiera decidido ser escritora, llevar una vida creativa, ¿qué habría hecho?
Siempre quise ser escritora. Lo supe cuando tenía 8 años al leer unos poemas de Machado. De no haber sido escritora me habría encantado ser maga, de esas que sacan conejos de la chistera, quizá porque la literatura también tiene algo de ilusionismo. Somos ilusionistas de la palabra.
¿Practica algún tipo de ejercicio físico?
Camino, sólo camino.  Tuve hace una década una angina de pecho y no me convienen los excesos.
¿Sabe cocinar?
Sí, y a decir de los comensales que se sientan a mi mesa lo hago muy bien. ¡Al menos apuran el plato!
Si el Reader’s Digest le encargara escribir uno de esos artículos sobre «un personaje inolvidable», ¿a quién elegiría?
A mi abuela. Fue una mujer increíble. Ella me enseñó todas las fórmulas del “erase una vez” si saber apenas escribir, pero con una capacidad para contar historias y una lucidez extraordinaria. Supongo que el resto de egregios personajes del mundo tendrán sus admiradores para que hagan ese trabajo. Ella pasó de puntillas por la vida, de forma anónima y sólo me tiene a mí.
¿Cuál es, en cualquier idioma, la palabra más llena de esperanza?
La de “amor”. Nunca pierde vigencia.
¿Y la más peligrosa?
La que no se pronuncia a su debido tiempo.
¿Alguna vez ha querido matar a alguien?
No, pero hay muertes que no he lamentado.
¿Cuáles son sus tendencias políticas?
Soy apolítica, pero siempre ejercí mi derecho al voto por entender que se había derramado mucha sangre inocente para obtener esa conquista. Creo más en los hombres que en los partidos. Lo que no funciona debe cambiarse sin ataduras ideológicas innecesarias.
Si pudiera ser otra cosa, ¿qué le gustaría ser?
Cualquier oficio honrado me parece un porvenir.
¿Cuáles son sus vicios principales?
No tenerlos: no fumo, no bebo, no me gusta el juego...
¿Y sus virtudes?
La sinceridad y la lealtad a mis amigos.
Imagine que se está ahogando. ¿Qué imágenes, dentro del esquema clásico, le pasarían por la cabeza?
Casi me ahogo de verdad. No es una respuesta a esta pregunta. Me ocurrió en agosto de 1998 mientras hacía un pequeño crucero por las Pitiusas en una pequeña embarcación. Se estropeó un motor y un temporal veraniego con olas de 5 y 6 metros nos sorprendió en altamar. Pensé sólo que mis hijos eran demasiado pequeños para quedarse huérfanos y que era una pena ver el islote de Es Vedrà en una situación tan dramática. El terror me paralizó, pero no solté ni una lágrima. No sé por qué. Una experiencia que me hace pensar muchas veces en la angustia de muchos inmigrantes que encuentran la muerte en el mismo mar donde yo veraneaba.

T. M.