miércoles, 11 de enero de 2017

Entrevista capotiana a Manuel Ríos San Martín

En 1972, Truman Capote publicó un original texto que venía a ser la autobiografía que nunca escribió. Lo tituló «Autorretrato» (en Los perros ladran, Anagrama, 1999), y en él se entrevistaba a sí mismo con astucia y brillantez. Aquellas preguntas que sirvieron para proclamar sus frustraciones, deseos y costumbres, ahora, extraídas en su mayor parte, forman la siguiente «entrevista capotiana», con la que conoceremos la otra cara, la de la vida, de Manuel Ríos San Martín.

Si tuviera que vivir en un solo lugar, sin poder salir jamás de él, ¿cuál elegiría?
Mi casa. No es que me guste el reto en plan Gran Hermano, pero aquí tengo casi todo lo que más me gusta. Mi familia, mi ordenador, una cama, una terraza con plantas, mis series de tv, puedo invitar a amigos... ¡¡Si consigo montar una pista de pádel en la terraza a lo mejor me lo pienso y todo!!
¿Prefiere los animales a la gente?
No.
¿Es usted cruel?
No soy muy empático, pero cruel creo que no.
¿Tiene muchos amigos?
Sí, muchos y muy buenos. Amigos del colegio, familiares y sin embargo amigos, del trabajo… Tanto chicos como chicas. Considero la amistad como uno de los grandes valores. Intento cuidar a mis amigos. Y ellos a mí.
¿Qué cualidades busca en sus amigos?
Que sean distintos a mí. Me gusta la gente que opina diferente, la gente polémica. Prefiero a los que no son políticamente correctos.
¿Suelen decepcionarle sus amigos?
No. Nos conocemos bien. En general no me decepciona casi nadie. Suelo saber qué se puede esperar de cada uno. La decepción es una pérdida de tiempo. Es mediocre.
¿Es usted una persona sincera? 
Mi mujer dice que demasiado.
¿Cómo prefiere ocupar su tiempo libre?
Con los amigos y la familia, viendo series de televisión y practicando deporte.
¿Qué le da más miedo?
Mis hijos me dicen que a esta respuesta no vale decir “a perder el trabajo”, así que diré que a la muerte. Pero no me ocupa en el día a día. Soy de los que preferiría sobrevivir al apocalipsis zombie. Ya veríamos que viene después.
¿Qué le escandaliza, si es que hay algo que le escandalice?
El abuso de los poderosos. El que la gente no sea capaz de colaborar por un bien común. La falta de liderazgo. Todo tiene que ver.
Si no hubiera decidido ser escritor, llevar una vida creativa, ¿qué habría hecho?
Empecé a estudiar derecho… pero no sé. Político, tal vez. Me lo planteé de joven, pero no vi ningún partido al que me gustase afiliarme.
¿Practica algún tipo de ejercicio físico?
Hago mucho ejercicio. Creo que es fundamental para vivir y pensar bien. Voy dos días a la semana al gimnasio, juego al fútbol y al pádel.
¿Sabe cocinar?
Muy poco. Lo básico. Pero hago unos zumos y un pantumaca estupendo.
Si el Reader’s Digest le encargara escribir uno de esos artículos sobre «un personaje inolvidable», ¿a quién elegiría?
Para el Reader’s Digest no sé, la verdad, pero en estos momentos me gustaría hacer una miniserie sobre el inventor de la anestesia aplicada a los partos. Te copio una noticia: Decía que John Snow, el primer «médico especialista en anestesia» de Londres, había cloroformizado a la reina durante el parto, por expreso deseo de ésta y del príncipe consorte. El alumbramiento resultó indoloro y sin que se registrara el más leve trastorno.” Fue un escándalo en su época.
¿Cuál es, en cualquier idioma, la palabra más llena de esperanza?
Colaborar. No es especialmente bonita. Es más divertida, por ejemplo, chancleta, pero me gusta su significado. Mi hija se llama Irene, que significa paz. Decidimos el nombre poco después del 11-S. Colaborar y paz tiene relación.
¿Y la más peligrosa?
Crédulos. Hay demasiados.
¿Alguna vez ha querido matar a alguien?
No. Pero creo que la muerte no sabe elegir muy bien. Yo la despediría.
¿Cuáles son sus tendencias políticas?
En España no se puede contestar a esta pregunta. La mitad restante te odiaría. Pero leyendo mi novela “Círculos” se pueden sacar algunas conclusiones.
Si pudiera ser otra cosa, ¿qué le gustaría ser?
Mujer. Sin duda. Qué emoción.
¿Cuáles son sus vicios principales?
El azúcar en sus diversas modalidades. El roscón en navidades alcanza niveles de adicción. Pero lo tengo controlado.
¿Y sus virtudes?
Los vicios y las virtudes suelen ser caras de la misma moneda. Tengo facilidad para ver la debilidad en los demás. Si la respeto es una virtud. Si no…
Imagine que se está ahogando. ¿Qué imágenes, dentro del esquema clásico, le pasarían por la cabeza?
La superficie a la que lucharía por llegar (si es que me ahogo en el mar, claro).  
T. M.