lunes, 15 de mayo de 2017

Entrevista capotiana a Xavier Seoane

En 1972, Truman Capote publicó un original texto que venía a ser la autobiografía que nunca escribió. Lo tituló «Autorretrato» (en Los perros ladran, Anagrama, 1999), y en él se entrevistaba a sí mismo con astucia y brillantez. Aquellas preguntas que sirvieron para proclamar sus frustraciones, deseos y costumbres, ahora, extraídas en su mayor parte, forman la siguiente «entrevista capotiana», con la que conoceremos la otra cara, la de la vida, de Xavier Seoane.

Si tuviera que vivir en un solo lugar, sin poder salir jamás de él, ¿cuál elegiría?
Espero que esa elección tan limitada no se produzca. De ser así, vivir donde siempre he vivido, en mi ciudad, con mi gente.
¿Prefiere los animales a la gente?
A los animales lo suyo. A la gente, que es gente, lo que les corresponde. A la gente que no es gente, el trato que les corresponda.
¿Es usted cruel?
Creo que ese nunca ha sido un deporte mío.
¿Tiene muchos amigos?
Los que la vida me ha ido dando. No me quejo. Tengo un buen puñado de grandes amigos.
¿Qué cualidades busca en sus amigos?
No busco cualidades concretas. Pero creo que la lealtad, la comprensión, la generosidad, una visión estimulante y en positivo de la vida son de agradecer. También, que no sean cenizos. La buena, variada y amena conversación es también un magnífico estimulante en la amistad.
¿Suelen decepcionarle sus amigos?
Depende. A lo largo de la vida sí encuentras alguna decepción y, por desgracia, también, alguna dolorosa traición. Claro que quizás también nosotros hayamos decepcionado en ocasiones a nuestros amigos, aunque nunca, nunca, creo, en cuanto a mí, que los haya traicionado.
¿Es usted una persona sincera? 
Sí. Y valoro la sinceridad en los demás. Pero en la vida una pequeña insinceridad, o mentira piadosa, o como le llamen, puede, si no hacer mucho bien, lo cual logra incluso en ocasiones, al menos evitar mucho dolor o mucho mal.
¿Cómo prefiere ocupar su tiempo libre?
Me gusta leer, salir a pasear, ir de excursión o a la playa, viajar, estar con los míos. Nunca he conocido el aburrimiento. El otium clásico me fascina. Tiempo por delante y sin ocupaciones. Pero enriqueciendo el conocimiento, la mirada sobre la vida. No ese ocio alienado, impostado y consumista de hoy día.
¿Qué le da más miedo?
Nunca he sido miedoso. Pero creo que una persona que sea inconsciente de lo que suponen el paso del tiempo y la muerte, no sabe nada del mundo y de la vida. Lo que pasa que ver como se están poniendo las cosas en nuestro actual momento incivilizador, violento e involucionista, si no da literalmente miedo, al menos mueve a una alerta de negrura en el horizonte.
¿Qué le escandaliza, si es que hay algo que le escandalice?
La desfachatez con que nuestras élites roban, mienten, manipulan, engañan, tergiversan, hacen demagogia… Y la violencia gratuita. El mal gratuito, innecesario.
Si no hubiera decidido ser escritor, llevar una vida creativa, ¿qué habría hecho?
La verdad es que no lo sé. Creo que he hecho lo que me gustaba. Lo que me hubiese amargado la vida es un trabajo alienante y rutinario, como por desgracia son la mayoría, y más en esta sociedad en la que la dignidad del trabajador, frente al capitalista que lo emplea, parece haberse terminado.
¿Practica algún tipo de ejercicio físico?
Sí, nado. Camino. He jugado al fútbol y al tenis. El deporte me atrae. Pero no me da la fiebre de los gimnasios y menos la del culturismo y la obsesión por el estado físico. Aunque lo de la mente sana en cuerpo sana me parezca una de las reflexiones  más sabias que un ser humano haya podido decir.
¿Sabe cocinar?
En mi generación no se concebía que un varón cocinase. Era cosa “de ellas”. Ese sexismo definidor de roles, profundamente discriminador para las mujeres, nos evitó a muchos posibles trabajos y molestias en su día, pero nos hurtó un ámbito decisivo en la vida.
Si el Reader’s Digest le encargara escribir uno de esos artículos sobre «un personaje inolvidable», ¿a quién elegiría?
Ni esa publicación me lo encargaría nunca, ni quizás yo nunca lo escribiría para ella. Pero un personaje inolvidable puede ser Homero, del que no sabemos nada. O Shakespeare, del que acontece algo parecido. Aunque también Groucho Marx puede ser muy atractivo.
¿Cuál es, en cualquier idioma, la palabra más llena de esperanza?
No lo sé. Pero todo lo que tiene que ver con amor, amar… es pura tecnología de la esperanza.
¿Y la más peligrosa?
En este momento, neoliberalismo.
¿Alguna vez ha querido matar a alguien?
No, pero ha habido no pocos seres que no han merecido vivir. Algunos dictadores del siglo XX no serían malos candidatos para encabezar alguna posible lista de desalmados. Listas que, por desgracia, si uno se para a pensar en la evolución histórica, no resultarían precisamente breves.
¿Cuáles son sus tendencias políticas?
Creo que soy de eso que se llaman izquierdas. La libertad, la solidaridad, la igualdad. Y un futuro digno y libre para todos, personas y naciones, incluido también para mi país, Galicia.
Si pudiera ser otra cosa, ¿qué le gustaría ser?
Volver a nacer, para hacer lo mismo. Pero sin los errores ni las estupideces cometidas.
¿Cuáles son sus vicios principales?
Ser celoso de mi tiempo, poco paciente, tener un pronto repentino…
¿Y sus virtudes?
Si ser vitalista es una virtud, quizá la posea. La comprensión. La tolerancia bien entendida.
Imagine que se está ahogando. ¿Qué imágenes, dentro del esquema clásico, le pasarían por la cabeza?
Supongo que dependería de las circunstancias. Y de si hay tiempo para pensar, o imaginar. De tener ese tiempo, me imagino que las personas que uno ama acudirían a mi memoria. Y supongo que un gran sentimiento de pérdida y de impotencia ante la muerte, el gran enigma.
T. M.