miércoles, 21 de febrero de 2018

Entrevista capotiana a Javier Serena

En 1972, Truman Capote publicó un original texto que venía a ser la autobiografía que nunca escribió. Lo tituló «Autorretrato» (en Los perros ladran, Anagrama, 1999), y en él se entrevistaba a sí mismo con astucia y brillantez. Aquellas preguntas que sirvieron para proclamar sus frustraciones, deseos y costumbres, ahora, extraídas en su mayor parte, forman la siguiente «entrevista capotiana», con la que conoceremos la otra cara, la de la vida, de Javier Serena.

Si tuviera que vivir en un solo lugar, sin poder salir jamás de él, ¿cuál elegiría?
Va por rachas: a veces pienso en grandes ciudades que me gustan, como Buenos Aires o Madrid, y a veces en rincones tranquilos y apartados: una casa tranquila y espaciosa, y con tiempo. Elegiría un lugar sin tener que trabajar y en el que dedicarme sólo a lo que quiero.
¿Prefiere los animales a la gente?
No, me quedo con la gente sin duda.
¿Es usted cruel?
En absoluto soy cruel.
¿Tiene muchos amigos?
Creo que bastantes, aunque sobre todo procuro elegirlos bien y conservarlos. Me parece que he perdido o dejado de serlo de muy pocos.
¿Qué cualidades busca en sus amigos?
Nobleza, lealtad, y, desde luego, por los amigos verdaderos un tiene que sentir alguna forma de admiración.
¿Suelen decepcionarle sus amigos?
Rara vez: en verdad, sólo me viene un caso de verdadera decepción. Un amigo-ahora antiguo amigo-bastante envidioso y ratonil. Tardó años en revelarse cómo era, tras mucho tiempo de falsa amistad. Como decía, por los amigos verdaderos uno tiene que sentir alguna forma de admiración: este sujeto era despreciable.
¿Es usted una persona sincera? 
Sí, aunque algunas veces todos rodeamos la verdad o no la decimos con completa claridad por educación.
¿Cómo prefiere ocupar su tiempo libre?
Me gusta leer y escribir, como escritor que soy, y en lo demás soy bastante normal: me gusta compartir el tiempo con gente.
¿Qué le da más miedo?
No conseguir lo que me propongo.
¿Qué le escandaliza, si es que hay algo que le escandalice?
Así, dicho en abstracto, la injusticia y la deslealtad, quizá porque tengo bastante desarrollados los sentimientos contrarios: el de justicia y lealtad.
Si no hubiera decidido ser escritor, llevar una vida creativa, ¿qué habría hecho?
Pues tendría una buena cantidad de energía y de ilusión y tiempo para volcar en otra cosa, así que mi vida hubiera sido muy distinta sin duda. Sí estoy seguro de que me hubiera apasionado con algún objetivo, no sé con cuál, pero eso va en mi carácter: soy trabajador y entusiasta con lo que hago.
¿Practica algún tipo de ejercicio físico?
Suelo ir a correr bastante; el gimnasio alguna vez, pero no es lo mío.
¿Sabe cocinar?
Bastante mal, de supervivencia.
Si el Reader’s Digest le encargara escribir uno de esos artículos sobre «un personaje inolvidable», ¿a quién elegiría?
Bolaño, aunque de alguna forma yo lo he hecho. Supongo que también Cortázar: son dos autores a los que admiro y quiero como personas.
¿Cuál es, en cualquier idioma, la palabra más llena de esperanza?
Supongo que amor, en sus distintas manifestaciones, no sólo en las de pareja-sentimentales.
¿Y la más peligrosa?
Supongo que el germen del odio, de la destrucción, de todo lo malo, está en la insatisfacción o en la envidia o la frustración personal. La gente infeliz, que es la que no está conforme consigo misma, es la más peligrosa.
¿Alguna vez ha querido matar a alguien?
Sí, pero a poca gente, y al final no lo hice.
¿Cuáles son sus tendencias políticas?
Por panfletario que suene, soy anticapitalista, en el sentido que creo que el mercado es un pésimo asignador de recursos: otorga recursos a lo más demandado, no a lo más valioso. Así, como el fútbol se demanda, por ejemplo, siendo un ocio poco importante para el conjunto de la sociedad, se paga muy bien; en cambio, nadie demanda por la investigación de biocomustibles, por poner un ejemplo, que es decisivo para la supervivencia del planeta. Creo que habría que desesitgmatizar afirmaciones: decir que hay que abolir o corregir el mercado como mecanismo que regula el intercambio y los esfuerzos laborales no es una declaración incendiaria ni radical; es algo que beneficiaría al conjunto de ciudadanos del planeta, que aportaría justicia social y construiría un mundo social, geográfica y temporalmente sostenible. Por el contrario, si se profundizan en las tendencias actuales, estamos abocados a la locura primero y luego a la destrucción. Dicho lo cual: no soy pesimista; creo bastante en la gente.
Si pudiera ser otra cosa, ¿qué le gustaría ser?
No creo en los grandes cambios: he decidido ser quien soy, así que simplemente me gustaría, de algún modo, hacer pequeños cambios sobre lo que soy: acercarme más a quien aspiro ser.
¿Cuáles son sus vicios principales?
Me obsesiono, a veces para mal, y tardo en darme cuenta de mis errores: he perdido mucho tiempo y he malgastado muchos esfuerzos hasta que me he dado cuenta de que andaba por el camino equivocado. También soy egoísta, o lo he sido, y me ha costado prestar atención y el tiempo que merecen a algunas personas.
¿Y sus virtudes?
Soy trabajador, entusiasta, leal y buena persona, poco envidioso.
Imagine que se está ahogando. ¿Qué imágenes, dentro del esquema clásico, le pasarían por la cabeza?
Momentos de felicidad de primera juventud, si me ahogara ahora: pero espero que la vida me permita acumular más recuerdos y experiencias y esos últimos fogonazos tengan imágenes más ricas, acumuladas durante los años.

T. M.