domingo, 20 de mayo de 2018

Entrevista capotiana a Jesús Ortiz


En 1972, Truman Capote publicó un original texto que venía a ser la autobiografía que nunca escribió. Lo tituló «Autorretrato» (en Los perros ladran, Anagrama, 1999), y en él se entrevistaba a sí mismo con astucia y brillantez. Aquellas preguntas que sirvieron para proclamar sus frustraciones, deseos y costumbres, ahora, extraídas en su mayor parte, forman la siguiente «entrevista capotiana», con la que conoceremos la otra cara, la de la vida, de Jesús Ortiz.

Si tuviera que vivir en un solo lugar, sin poder salir jamás de él, ¿cuál elegiría?
Uno abierto y despejado. Si puedo elgir uno grande, quizá Indochina, donde no he estado y tengo curiosidad. Si la pregunta tiene un presupuesto más restrictivo, diría que una biblioteca: puede ser tan grande y abierta como Indochina, de modo que se necesitan varias vidas para explorarla, y sin embargo ocupar un edificio pequeño en cualquier parte.
¿Prefiere los animales a la gente?
No.
¿Es usted cruel?
No, y lo siento, porque me da la impresión de que ayudaría, por lo menos, a vender libros.
¿Tiene muchos amigos?
Unos cuantos, porque me he movido mucho y en todos los sitios donde estuve hice algunos que siguieron siéndolo cuando marché. Pero no demasiados, no tengo una cara amistosa ni soy especialmente simpático.
¿Qué cualidades busca en sus amigos?
No creo que busque nada. Los amigos los encuentro, no sé bien cómo. Lo que sí sé es las cualidades que suelen compartir: son gente poco influida por la moda, que mira a su alrededor con curiosidad y cierta profundidad.
¿Suelen decepcionarle sus amigos?
Soler, no. Pero ocurrir, ha ocurrido.
¿Es usted una persona sincera? 
Por desgracia. Como el personaje de 'El curioso incidente del perro a medianoche', no digo mentiras, no porque sea buena persona, sino porque no puedo, por limitación personal. Creo en la utilidad de algunas mentiras, en su belleza ocasional, y lamento con Twain su decadencia.
¿Cómo prefiere ocupar su tiempo libre?
Sobre todo, perdiéndolo. Bueno, sobre todo lo ocupo así. Otra cosa que hago, y pero esta además sí la prefiero, es buscar información sobre asuntos más bien extravagantes. Sé muchísimas cosas que no parecen ser útiles para nada. Pero como un día descubra para qué sirven…
¿Qué le da más miedo?
Que nos puedan matar desde tanta distancia.
¿Qué le escandaliza, si es que hay algo que le escandalice?
Que la estupidez cause más daño que la maldad. Porque la maldad es parte de nuestra naturaleza, podemos aspirar a mantenerla a raya, pero no a acabar con ella. La estupidez, en cambio, parece un enemigo erradicable, como la viruela. Y sin embargo, aquí estamos.
Si no hubiera decidido ser escritor, llevar una vida creativa, ¿qué habría hecho?
Ejem… en realidad no soy escritor. Soy editor, una especie de lector especializado y full time que ayuda a los escritores a perfilar su trabajo. Ahora me he puesto a escribir en defensa propia nada más.
¿Practica algún tipo de ejercicio físico?
Deportes de cama.
¿Sabe cocinar?
Pues, como decía el otro, hay división de opiniones. Yo creo que sí, que maravillosamente, y los demás que no tengo ni zorra idea.
Si el Reader’s Digest le encargara escribir uno de esos artículos sobre «un personaje inolvidable», ¿a quién elegiría?
En Androides, mi libro, hay dos artículos dedicados a un personaje: uno a Manuel Agujetas y otro a Claude Shannon. Ambos, de modo muy distinto, me parecen fascinantes.
¿Cuál es, en cualquier idioma, la palabra más llena de esperanza?
Mañana. Cargada de mañas y de ganas.
¿Y la más peligrosa?
Quizá la misma: oyes decir «mañana» a los salvadores de patrias y de almas y se te encoge todo.
¿Alguna vez ha querido matar a alguien?
Creo que sí. Estoy casi seguro, vamos. Pero me alegra no recordar a quién.
¿Cuáles son sus tendencias políticas?
De adolescente y joven milité en la extrema izquierda antifranquista. Para entonces había leído historia suficiente para saber que las revoluciones nunca salen adelante, se convierten en otra cosa. Pero tenía la esperanza de que la revolución sexual, la libertad de relaciones, prosperara. Me equivoqué, obviamente. Ahora no es que haya cambiado de bando, lo que pasa es que creencias no tengo. Me parece que a mi edad se puede vivir sin ellas.
Si pudiera ser otra cosa, ¿qué le gustaría ser?
Si la pregunta no tiene límites, me gustaría vivir otra vida como mujer aborigen australiana: lo más diferente de lo que ya conozco. Con pretensiones más modestas, me hubiera gustado ser músico o bailarín, dos cosas para las que soy absolutamente negado.
¿Cuáles son sus vicios principales?
Me quité del tabaco hace mucho y bebo con una moderación angelical. Si entendemos la pregunta más por el lado de los defectos, diría que practico una desorganización tan rigurosa que puede hacer daño.
¿Y sus virtudes?
Ayudo a la gente que quiero.
Imagine que se está ahogando. ¿Qué imágenes, dentro del esquema clásico, le pasarían por la cabeza?
Supongo que una cuerda a la que agarrarme; pero, para no eludir la intención de la pregunta: me consolaría pensar que mi mujer y mi hija están a salvo, me pasaría la imagen de ambas riendo. Algunos tópicos lo son por buenas razones. 
T. M.